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Una gran historia de un hotel

 

 

Diversos reconocimientos conmemoran los 20 años del incendio que acabaría con el antiguo edifcio del Hotel Puente Colgante

Este año se celebró el 20 aniversario del accidente que ha originado varias entradas y reconocimientos por parte de internautas e historiadores de la zona. Y es que, a pesar de la crisis, el tiempo y la mala fortuna, el Gran Hotel es uno de los pocos negocios que aún se mantiene fructífero en la zona siendo además un monumento. Dentro de los edificios emblemáticos y con más historia a sus espaldas de Portugalete -junto a la iglesia de Santa María, la torre Salazar o la antigua estación de tren- se encuentra el Gran Hotel Puente Colgante. Vestido con el color amarillo de la villa y sentado a los pies de la ría, la imponente construcción, antiguo hogar de Manuel Calvo, se ha convertido en su propio reclamo turístico. Cada uno de sus ladrillos tiene su propia historia que contar y sus cimientos plantan las simientes de sus próximas fábulas. Rodeado por el ayuntamiento, el mercado y el propio Puente Colgante de Alberto de Palacio es imposible ignorar su presencia.


 

Entrando por el acceso principal que desemboca directamente en el Nervión se puede acceder a la nueva y gran entrada del hotel, resplandeciente y negra como el ónix. Es el acceso hacia los cuartos y la recepción, convirtiendo el centro del muelle viejo en una discreta entrada para los huéspedes. En cambio, orientada hacia la plaza, más hogareña e invitando a la verbena en las tardes de verano y a la fiesta al caer el sol, se encuentra el acceso al bar y restaurante Auntz. Y que posee una terraza exterior especialmente pensada para acoger a una pequeña banda de jazz o un DJ. Nada diría que sus vigas firmes y su organización estructurada remontan al edificio, al menos en espíritu, hasta 1871. En aquel entonces el indiano Manuel Calvo regresó de las Américas a su pueblo natal, pasando de ser un humilde dependiente de una ferretería a propietario de un negocio de la misma rama. Un año antes de su puesta en marcha, compró los terrenos que serían el enclave posterior del edificio. En un principio se convirtió en la residencia donde el portugalujo pasaba los veranos, pero con el tiempo los planes de Calvo acabarían por encauzar la mansión en un negocio de hospedaje.


 

Aunque parezca parte de las nuevas remodelaciones, el restaurante ya existía en sus tiempos cuando aún era la ‘Fonda vieja de Calvo’ y sus cocinas todavía se llamaban por el nombre de ‘Inza’. No con la refinada carta que podemos encontrar hoy en día, coronada de platos típicos de la mesa vasca junto a la nueva cocina, pero sí se puede afirmar que era un referente. En 1908, el gastrónomo inglés Nathaniel Newnham-Davis publicó ‘Gourmet's Guide to Europe’, donde incluyó una mención a sus fogones. Concretamente a sus afamados cocineros, crítica que realizó en los viajes que tomó durante los años previos. Con el paso del tiempo los platos han ido cambiando, junto a las épocas y las modas, pero las buenas reseñas acerca del servicio no menguaron. Según las palabras de los propios redactores de ‘los cuadernos de los portugalujos, el restaurante continúa “Manteniendo la calidad y el precio”.

 

Patrimonio comunitario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El cómo el negocio aún después de tantos tiempo se encuentra aún activo se haya en el año 1904. Cuando, y a la edad de 87 años, Calvo fallecía en Cádiz con un claro deseo de que se mantuviese como un hotel, lo que reflejó en su testamento. Allí registró la cesión del mesón al ayuntamiento portugalujo, bajo las condiciones de mantenerlo como tal y que se dedicaran los beneficios obtenidos a la beneficencia. Y es que Calvo es reconocido como uno de los mayores benefactores de la villa, reconstruyendo el campanario de la iglesia con sus aportaciones económicas tras quedar destruido en las guerras carlistas. En la actualidad, es recordado junto a la fundación que lleva su nombre, encargada de financiar actividades con fines sociales en Portugalete, como son las colonias urbanas que acogen a jóvenes de entre 16 y 21 años. En cuanto al Gran Hotel Puente Colgante no solo se mantuvo, sino que creció y amplió su oferta. Actualmente, oferta paquetes ‘outdoor’ que incluye viajes en barco por la ría, visitas guiadas al Puente Colgante con su exitoso ‘aperitivo en las alturas’; golf, carreras de karts, Paintball y un largo etcétera. Todo ello desarrollado a través de Aupatours, una alianza comercial entre tres grandes empresas del entorno (Amarradores del Puerto de Bilbao, el Puente Colgante y el Hotel Puente Colgante).


 

Incendio y demolición

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin duda alguna hay un suceso que aún está grabado en la retina de todos los portugalujos y no se encuentra en la estructura colonialista. Y es que por algo es el ‘espíritu’ lo que perdura del mismo, ya que el 29 de julio de 1993 se vio obligado a detener su actividad. Un enorme incendio acabó con el negocio, que se prolongaría en un parón de 9 años. Inexplicablemente, el edificio fue pasto de las llamas. La columna de humo que se formó fue visible desde localidades colindantes. Los edificios, bloques de viviendas unifamiliares de las cercanías, quedaron por años marcados con la huella negruzca en sus paredes, en otro tiempo grises y blancas. Aún hay algunos restos de aquellos desconchados que parecen decididos a no borrarse de las estructuras.


 

Curiosamente, el día previo al incendio diversos diarios locales anunciaban, que en una rueda de prensa, los gerentes del negocio tenían la intención de reformar la antigua casona. Evidentemente, tras el incendio, se esfumó el proyecto. El edificio quedó inhabilitado y fue hogar de okupas durante varios años hasta que finalmente se procedió a su demolición. Sin embargo, perduró la intención de reconstruirlo algún día. Como consecuencia, el ayuntamiento utilizó el viejo solar para ocuparlo con las losas que se salvaron del fuego. Las enumeró y clasificó, pero lamentablemente el proyecto se quedó en un cajón cerrado durante años debido a la burocracia y la falta momentánea de presupuesto.

 

 

 

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Fotografía Teresa Arroyo

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TERESA ARROYO

Para cuando se consiguieron los fondos y comenzaron las obras de reconstrucción, varios de los cimientos numerados habían sido robados del solar, haciendo casi imposible una reconstrucción con su vieja estructura. Para dar luz verde al proyecto se necesitaron los planos originales de la casona de Calvo, ateniéndose a las nuevas circunstancias de la misteriosa desaparición. El 2002 fue el año que vio renacer a la ‘Fonda vieja de Calvo’ en lo que conocemos hoy, el Gran Hotel Puente Colgante.


Recientemente y gracias a varias publicaciones realizadas por la fundación ‘El Abra’ se han realizado varios homenajes al edificio. Al igual que se han iniciado varias investigaciones para encontrar datos sobre su fundación o sus actividades pasadas que se perdieron durante el incendio. Recientemente se encontraron varios archivos que consiguen confirmar la fecha de su fundación, así como imágenes guardadas en el archivo municipal que se creían perdidas. En buena forma y con futuro, también encuentra sus raíces en estos días, tal y como lo hacen la iglesia de Santa María, la torre de Salazar o la antigua estación de tren. Como un cuento con final feliz, el edificio se enfrenta optimista al futuro, en mejores condiciones  que nunca. Con sus 79 habitaciones que han vivido sus propias historias y esperan contar las siguientes fábulas.

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