Algunos se preguntan dónde quedó la noble villa fundada por María Díaz de Haro, a finales de los noventa, en los que Portugalete contaba con un total de 53 374habitantes autóctonos, la crisis no había comenzado a mover marejadas por las aguas del pueblo y en los que la distinción étnica, simplemente se veía una oportunidad de supervivencia para el menos afortunado.
Tras el impacto de esa recesión económica, parece que las cifras y la positividad de los jarrillos cayeron al mismo tiempo y el rechazo a la población inmigrante no hacía nada más que empezar. Además cabe destacar que el número de extranjeros creció de 128 inmigrantes a 460. A día de hoy , tras casi ocho años de stand by económico europeo , aumento desempleo y como consecuencia de esto los sucesivos movimientos migratorios, esas comprensibles desesperanzas, se están transformando en alijos de rechazo y xenofobia.
Cuando uno pasea por las calles de Portugalete o entra en sus comercios y pregunta qué estima sobre la creciente inmigración en el pueblo o qué opiniones hay sobre la integración de los extranjeros en él, uno, aparte de llegar a la conclusión de que los rumanos y latinoamericanos son los “ malos” de la película , es que detrás de tal afirmación, se encuentra la huella que está dejando el desempleo , el temor lógico hacia él y su rápida metamorfosis en rechazo, por no entrar en palabras mayores como la xenofobia o racismo.
Uno escucha en las fruterías , cafeterías y bares los temores que les infundan los posibles misterios que puedan darse dentro la apertura reciente de la mezquita de la calle Mugakoa o lo invasivos que son los asiáticos con sus comercios, por no hablar de lo aprovechados que son los latinoamericanos. Es curioso que todo en esta vida tenga su cara y su cruz al igual que las monedas. Ya que el día de la inauguración y presentación de esta, parte del vecindario acudió a la merienda que ofrecieron los fieles al islam, además de pasar a ver el templo. Por otro lado si se pasa al interior de un local chino se podrá observar cómo se consumen productos alimenticios mientras se critica con gran desconocimiento* la llegada de la población extranjera. Y qué decir tiene cuando se acude a las discotecas y se baila un tema lleno de ritmos colombianos porque es el hit del verano o del mes.
Es curioso que se critique de ese modo la actividad ajena cuando en realidad inconscientemente se ejecutan actos que a priori darían pie a pensar que en realidad estos paso a paso son ademanes que posibilitan la integración social. Aun así, es más sencillo y cómodo mirar desde la burbuja interior que son hechos puntuales.
Se ha citado antes el desconocimiento. Este se enfoca a aquellos comercios que se ven amenazados por los locales inmigrantes que les puedan hacer competencia, al igual que el que podría hacer un local de Barakaldo. El caso es hablar sin saber que el 78% de los comercios autóctonos del pueblo reciben ayudas para iniciar sus negocios en base a su capital disponible y que el 20% se lo otorgan a la gente que menos tiene. ¿Quiénes son estos? Lógicamente nacionalidades extranjeras como las africanas, sudamericanas o asiáticas, que como todo individuo vienen a los países un tanto más pudientes a buscarse la vida y es comprensible que reciban algo más que el que tiene un poco. Al igual que la mayoría de los jóvenes ingenieros que parten hacia Alemania para desarrollar su actividad académica o comenzar un nuevo futuro.
¿Es criticable e invasivo que tanto aquellos que vienen, como los que tendrán que marchar se quieran labrar un futuro un poco más optimista? Hasta el día de hoy en reglamento legislativo no es delito.
Lo que infunda este rechazo no proviene de la naturaleza humana, sino del odio que está generando un sistema que poco a poco quiere generar odio por puro capricho. A ver si no es más sencillo acabar con las altas tasas de desempleo predicando desde arriba con la famosa austeridad.
Y otra de las cuestiones que se dejan en el aire. Durante el despilfarro de los años previos a la burbuja inmobiliaria, ¿quién del pueblo y de Euskadi en general quería trabajar en trabajos algo más sacrificados y que ahora ocupa gente inmigrante por “4 duros”? Ojo, no se habla de renunciar a los mínimos derechos y de estar trabajando 10 horas por poco dinero, pero es innegable que se ha vivido durante bastante tiempo, de forma bastante confiada y despreocupada ante las pericias que se estaban tramando desde el interior de los bancos.

SECCIÓN OPINIÓN

El arte de hablar por hablar
Haizea Fernández Díez

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